📖 ¿Cómo podrá el joven andar en integridad? Viviendo conforme a tu palabra.” — Salmos 119:9
Caminar con Dios no siempre significa entender cada paso, pero sí confiar en cada dirección. Hay caminos que se sienten rectos, pero llevan al cansancio; y hay sendas que parecen estrechas, pero están llenas de propósito. Andar con Dios no es una carrera de velocidad, es un andar constante, lento a veces, profundo siempre. Es permitir que Su presencia se convierta en brújula cuando nuestra mente no distingue norte.
Cuando caminas con Dios, incluso los días grises tienen un brillo que solo el cielo puede dar. Él no promete rutas sin tropiezos, pero sí una mano que nunca suelta. No promete ausencia de luchas, pero sí victoria acompañada. Su compañía transforma el camino: lo que era desierto se vuelve escuela, lo que era prueba se vuelve testimonio.
Andar con Dios no significa que dejarás de sentir temor; significa que sabrás dónde colocarlo. No significa que todo será claro; significa que sabrás a quién mirar cuando no entiendas. A veces el paso se vuelve pesado, pero Dios no te pide correr, solo avanzar. Él camina delante de ti abriendo puertas, a tu lado sosteniendo tu corazón y detrás de ti cubriendo lo que no puedes ver.
Cuando decides caminar con Él, descubres que su paso marca tu ritmo, su paz ordena tus pensamientos y su amor te sostiene aun cuando la vida empuja. Y aunque haya días de silencio, Él sigue ahí, acompañando, guiando, formando dentro de ti la fuerza que no sabías que tenías.
Para orar: Señor, enséñame a andar contigo cada día, sin prisa y sin miedo. Guía mis pasos cuando no vea el camino y fortalece mi corazón cuando sienta que no puedo más. Que tu paz me acompañe, tu voz me dirija y tu amor sea mi sustento constante. Amén. 🙏



